El glaciar peruano Quelccaya podría desaparecer en los próximos 30 años
Un climatólogo que ha visitado el mismo glaciar en Perú durante varios años explica los complejos impactos de su rápido derretimiento.
Los entornos en los que se encuentran las montañas más altas de Sudamérica, que en muchos casos reúnen picos de hasta 6.500 metros, concentran algunos de los glaciares más espectaculares del planeta. La investigación que he realizado sobre uno de estos glaciares en particular pone de manifiesto el peligro al que se enfrentan estos ambientes.
Durante los últimos años, mis compañeros y yo hemos estudiado el destino que le depara a uno de estos lugares, situado en los Andes de Perú. Ubicamos nuestra zona de trabajo en el sur del país, en el que era el casquete de hielo más grande del mundo, Quelccaya. Esta masa tiene una extensión superior a 9.000 campos de fútbol y forma una meseta elevada de hielo grueso.
Para intentar comprender cómo el cambio climático afecta a este lugar, instalé en 2004 junto a mi compañero Doug Hardy, de la Universidad de Massachusetts, una estación meteorológica automática en la cumbre, a una altitud de 5.680 metros.
Nuestro estudio climático, junto con los datos de detección remota analizados por Christian Yarleque, un estudiante peruano de doctorado, documenta de manera clara que el bloque de hielo se ha visto reducido drásticamente en las últimas décadas. Además, en un estudio reciente demostramos que el glaciar desaparecerá en los próximos 30 años si no reducimos radicalmente las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Desgraciadamente, el de Quelccaya no es el único caso, ya que el cambio climático está transformando rápidamente los entornos de alta montaña a lo largo de la cordillera de los Andes, desde el norte de Venezuela hasta el sur de Chile. Como evidencia nuestro trabajo en Perú, estos cambios generarán efectos a tener en cuenta en el continente americano, pero las repercusiones se sufrirán también lejos de los glaciares.
La elevada demanda de agua glacial
Como climatólogo especializado en la influencia del cambio climático en los glaciares andinos he sido testigo de este proceso durante casi tres décadas, desde que empecé a trabajar en la cordillera sudamericana a principios de los noventa.
Los glaciares son ideales para estudiar el cambio climático, ya que permiten apreciar fácilmente los cambios en el medio ambiente. La alteración del tamaño de un glaciar, un fenómeno notable en muchos lugares de todo el mundo, puede ser interpretada como una consecuencia directa del cambio climático.
Los glaciares no solo tienen un interés científico sino que proveen a las personas que habitan cerca de ellos gran parte de su medio de vida.
Los glaciares funcionan básicamente como grandes reservas acuíferas, liberando agua continuamente a medida que se van derritiendo. Las personas que viven río abajo utilizan esta agua para beber y para la higiene básica, así como para regar sus campos y mantener los humedales donde pastan sus alpacas y sus llamas.
Las compañías hidroeléctricas utilizan la misma agua para producir electricidad, para la minería y para proyectos de regadío a gran escala en los que se cultivan plantaciones para ser exportadas.
Por lo tanto, existen numerosos intereses que dependen del derretimiento del agua del glaciar, y la presión sobre este recurso hídrico se ve agravada por el aumento paulatino de su demanda debido al crecimiento de la población y la expansión de las economías. De hecho, en algunos lugares de los Andes se producen grandes conflictos sobre el reparto del agua, quién la controla y determina el acceso a ella, situando el foco en la necesidad de una regulación al respecto.
Con el vertiginoso retroceso glacial que estamos presenciando, el hielo que antes garantizaba el flujo estable de los ríos está empezando a verse reducido a un nivel en el que ya no puede cumplir su función ambiental en muchos lugares.
Este problema se agrava especialmente durante la llamada temporada seca, que puede tener una duración de hasta seis meses en las zonas andinas del sur de Perú y Bolivia, cuando las precipitaciones tienden a desaparecer completamente. Durante ese lapso de tiempo, el agua glacial es a menudo la única fuente para las poblaciones que viven cerca de los casquetes.
Adaptándose al derretimiento
Los habitantes autóctonos son perfectamente conscientes de los rápidos cambios que tienen lugar en su entorno, y saben que los glaciares están perdiendo parte de su extensión. Sin embargo, no todos lo ven como una consecuencia del cambio climático.
Para muchos habitantes locales, las montañas son sagradas. Las consideran las moradas de los dioses, y valoran los cambios en su entorno como una amenaza para sus vidas. En ocasiones, los nativos han culpado del retroceso de los glaciares a los visitantes extranjeros, que escalan montañas por motivos científicos o turísticos.
Para quienes viven en países industrializados del hemisferio norte, el retroceso de los glaciares de los Andes puede parecer un problema lejano, pero se observan también alteraciones similares en el tamaño de los casquetes de los Alpes, en las Montañas Rocosas o en otras cordilleras. El hielo derretido va a parar al océano, lo que eleva el nivel del mar.
La desaparición de estos entornos locales también tiene repercusiones en todo el mundo, ya que producirá un incremento del flujo de migrantes y refugiados medioambientales que huyen de esas zonas.
El cambio climático es un proceso lento pero su origen se sitúa lejano en el tiempo, por lo que resulta casi imposible parar o revertir sus efectos a corto plazo. El mundo se ha resignado a aceptar algunos impactos venideros, ya que los gases de efecto invernadero que continuarán emitiéndose permanecerán en la atmósfera durante décadas e incluso siglos.
Adaptarse a los posibles impactos, por lo tanto, se revela como algo fundamental.
En los Andes esta adaptación podría tomar varias formas, pero se centrará en varias técnicas para ahorrar agua, entre las que se encontrarán la mejora de estructuras ineficaces de riego para subsanar las pérdidas de agua, conseguir cultivos más resistentes e introducir técnicas más eficientes para la recolección de agua.
Otros pasos importantes podrían ser la búsqueda de fuentes alternativas, como el agua subterránea, la construcción de plantas para mejorar la calidad del agua y, en algunos casos, el levantamiento de presas y reservas. Los gobiernos están centrando sus esfuerzos en aplicar algunas de estas estrategias.
En mi experiencia, es igualmente importante que las instituciones y organismos locales se involucren desde el principio en los planes de adaptación desde un enfoque participativo. Si se adoptan las visiones, las tradiciones y los valores locales, la aceptación y sostenibilidad de estos proyectos se verán ampliamente reforzadas.
Mathias Vuille recibe una subvención de la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos.
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