En Estados Unidos, la religión y los refugiados están profundamente conectados
La idea de acoger a los extranjeros es fundamental para el cristianismo, el judaísmo y el islam. Hoy día, eso genera la responsabilidad de proteger a los refugiados de la violencia y la opresión.
Antes de asesinar presuntamente a 11 personas en una sinagoga en Pittsburgh, Pennsylvania, Robert Bowers atacó verbalmente a lo que creía que era un complot judío para traer a más refugiados y solicitantes de asilo a Estados Unidos.
La afirmación de Bowers sobre que HIAS —una destacada organización humanitaria judía— estaba trayendo inmigrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala hacia el norte para cometer actos violentos era falsa. Sin embargo, sí es cierto que muchas comunidades religiosas de EEUU, incluidos los estadounidenses judíos, han apoyado durante mucho tiempo a los refugiados.
Read more: Religion and refugees are deeply entwined in the US
De hecho, la idea de acoger a los extranjeros es fundamental para el cristianismo, el judaísmo y el islam.
Pero en mi investigación sobre las organizaciones que reasientan y ayudan a los recién llegados, he descubierto que hay indicios de que algunos cristianos blancos ya no secundan esta labor.
Defensa religiosa a favor de los refugiados
La idea de acoger a los extranjeros originalmente surgió de culturas nacidas en desiertos, donde dejar a alguien fuera de la ciudad podía suponer una sentencia de muerte. Los líderes religiosos de esas religiones a menudo asocian esa ética con la responsabilidad de proteger a los refugiados y otros inmigrantes de la violencia y la opresión.
A finales del siglo XIX, y durante el Holocausto, las comunidades religiosas solicitaron al gobierno de Estados Unidos que acogiera a los judíos que buscaban seguridad alejándose de la persecución. Asimismo, abogaron por que los armenios, quienes fueron asesinados en masa por los líderes del Imperio otomano, pudieran emigrar a Estados Unidos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, una alianza entre organizaciones protestantes, católicas y judías finalmente persuadió a los legisladores para que adoptasen una política exterior más enfocada a la ayuda humanitaria en Estados Unidos. Más tarde, el país se unió a otras naciones para firmar la Convención de Ginebra de 1951, un acuerdo de Naciones Unidas que estableció los derechos de los refugiados a la protección legal.
Entre los principios más importantes de la convención se encuentra la prohibición global de devolver a los refugiados a aquellos países en los que no estén seguros, lo que a veces requiere reasentarlos en otros países. Las organizaciones religiosas han estado asociadas con el gobierno de Estados Unidos desde entonces.
El movimiento defensor
Entre 1951 y 1980, el gobierno reasentó a refugiados en EEUU, sin gastar mucho en ayudarlos. Durante este tiempo, las organizaciones religiosas llenaron los vacíos existentes para asegurar que los refugiados comenzaran en el país con buen pie.
Los grupos religiosos también abogaron por los solicitantes de asilo, personas que llegaron buscando protección, pero que carecían del estatus de refugiados. Entre 1980 y 1991, casi un millón de centroamericanos cruzaron la frontera de EEUU en busca de asilo. Desde el principio, el gobierno denegó la mayoría de sus peticiones.
Muchos líderes cristianos y judíos defendieron a estos migrantes. Dieron sermones, presionaron al gobierno y organizaron protestas para proteger a los solicitantes de asilo centroamericanos. Cientos de comunidades religiosas les dieron cobijo, generalmente dentro de las casas de culto, además de ofrecerles apoyo legal.
En 1985, el Centro de Derechos Constitucionales demandó al gobierno federal en nombre de la Iglesia Bautista Americana, la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos, la Asociación Unitaria Universalista, la Iglesia Metodista Unida y otras cuatro organizaciones religiosas, alegando discriminación contra los solicitantes de asilo salvadoreños y guatemaltecos.
Más tarde, el gobierno resolvió la demanda colectiva.
Las organizaciones religiosas y el apoyo a los refugiados
Desde que el Congreso estadounidense aprobó la Ley de Refugiados de 1980, que creó el sistema actual de reasentamiento de refugiados, las organizaciones religiosas de EEUU han desempeñado un papel fundamental en ese aspecto.
Nueve agencias nacionales voluntarias trabajan directamente con el gobierno, de las cuales seis son religiosas: una judía, otra católica, la tercera cristiana evangélica y las tres restantes son protestantes. Estos grupos se encargan de que los refugiados encuentren vivienda, empleo y se inscriban en clases de inglés.
Lo hacen independientemente de la religión que profesen los recién llegados o de sus países de origen.
Sin embargo, he descubierto que el personal de las organizaciones religiosas suele utilizar la retórica religiosa para justificar su trabajo y describir su compromiso.
Al mismo tiempo, las organizaciones religiosas de refugiados enmarcan sus esfuerzos utilizando un lenguaje interconfesional. Así, invocan al imperativo ético de proporcionar asilo y refugio de formas que combinan múltiples tradiciones religiosas. A su vez, recolectan y desembolsan dinero y artículos para el hogar, además de movilizar a los voluntarios.
También descubrí que el personal de estas organizaciones utiliza la retórica religiosa de manera explícitamente inclusiva, teniendo cuidado de no excluir a los refugiados de otras religiones.
El director de una oficina de Caridades Católicas se hizo eco de ese sentimiento: “Tenemos un dicho. No ayudamos a las personas porque sean católicas, si no porque nosotros sí lo somos”.
La mayoría de los estadounidenses que defienden este movimiento apoyan a las organizaciones que comparten su propia fe.
De igual modo, los grupos seculares también llevan a cabo estas labores sociales.
Cambio en la política religiosa
En respuesta al número récord de personas desplazadas en todo el mundo —sobre todo migrantes de color y de Oriente Medio—, veo indicios de que el marco moral que defiende el asilo está cediendo en algunos sectores de EEUU.
En consecuencia, están apoyando políticas restrictivas que evitan cualquier obligación moral o internacional con los solicitantes de asilo.
Este hecho se hizo patente cuando la administración de Trump promulgó su política de “tolerancia cero”, que justificaba arrestar a cualquier persona que cruzara la frontera sin documentación, incluidas las personas con bebés y niños pequeños.
Posteriormente, agentes gubernamentales y contratistas separaron a más de 2.650 niños de sus padres, lo que generó indignación.
Muchos líderes religiosos se manifestaron en contra de la separación de los menores, pero sin llegar a criticar directamente el agresivo trato en las fronteras. Otros -primariamente los protestantes, judíos, mormones, católicos y cristiano evangélicos- han sido más mordaces en sus comentarios, concretamente afirmando que la exclusión de inmigrantes es contraria a sus creencias religiosas en una serie de declaraciones públicas.
Pero algunos grupos cristianos conservadores en EEUU han comenzado a ejercer presión a favor de reforzar estas leyes migratorias, lo que supone un cambio de actitud con respecto al pasado. Si bien ha habido diferencias teológicas entre los cristianos conservadores y los protestantes en varios temas, acoger a los extranjeros era un asunto en el que en general ambos solían estar de acuerdo.
La raza y la política racial también se ven afectados por esta desavenencia.
Actualmente, en EEUU, parece darse un relación inversa en lo que respecta a la religiosidad y al ofrecimiento de asilo entre los estadounidenses blancos. En una encuesta de la organización independiente Pew realizada en mayo de 2018, solo el 43% de los protestantes blancos y el 25% de los cristianos evangélicos blancos pensaban que aceptar a los refugiados era responsabilidad de EEUU.
Por el contrario, el 63% de los protestantes de color y el 65% de los que no están afiliados a ningún grupo religioso expresaban la misma opinión. Otra reciente encuesta de Pew mostró que una gran parte de los evangélicos blancos y los protestantes apoyaban la creación de un muro fronterizo, mientras que los protestantes de color, los católicos hispanos y los no afiliados se oponían.
Después del asesinato en masa de los judíos de Pittsburgh, será crucial observar los cambios de actitud en lo que respecta a los migrantes que buscan refugiarse en Estados Unidos.
Stephanie J. Nawyn ha recibido apoyo del US Department of State Fulbright Program y la Universidad de Southern California, proporcionado por la Haynes Foundation and Pew Charitable Trusts Foundation.
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