El huracán María causó 2.975 muertos en Puerto Rico, pero gran parte del desastre pudo evitarse
Miles murieron después del paso del huracán María, pero no debió ser así. Las primeras evidencias debían haber llevado al Gobierno a una respuesta mucho más consistente.
Hace un año, el presidente Donald Trump les dijo a los puertorriqueños que deberían estar agradecidos de que el huracán María no hubiera causado una “verdadera catástrofe como sucedió con Katrina” en 2005.
En el momento en que Trump hizo esas declaraciones se habían registrado tan solo unas decenas de muertes a causa del huracán. Pero numerosas evidencias recientes han revelado que el número de víctimas mortales de María supera con creces las cifras iniciales.
Un análisis reciente estima que casi 3.000 personas fallecieron por culpa de la tormenta. El Presidente negó las nuevas cifras, sin ofrecer ningún tipo de evidencia que respalde sus declaraciones, aunque el gobierno puertorriqueño ahora acepta 2.975 como la cifra oficial de víctimas mortales.
La devastadora realidad es que la mayoría de las muertes que ocurrieron en Puerto Rico pudieron evitarse: no fueron causadas por el embate del huracán, sino por el fracaso del sistema de respuesta a desastres de EEUU.
Muchas personas fallecieron en los días y meses posteriores a María, porque carecían de acceso a mercancías y servicios básicos que podían haber salvado vidas.
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El conteo de víctimas mortales es inútil
La comparación que hizo el Presidente entre el desastre de Katrina y la difícil situación de Puerto Rico después del paso de María destaca un problema subyacente de mayor alcance: utilizar la cifra de muertes para medir la magnitud de un desastre es asumir que todas las catástrofes son iguales.
El desastre que siguió al huracán María demuestra que esta suposición es sumamente falsa.
Es necesario comprender este hecho para entender por qué una catástrofe de tal magnitud pudo ocurrir en Estados Unidos, país que tiene una gran capacidad gubernamental de ayuda en casos de desastre.
Más de 3,3 millones de ciudadanos estadounidenses en Puerto Rico fueron impactados por el paso del huracán María. Casi todas las muertes acontecieron después del huracán.
Comparemos esto con Katrina. Ahí, una gran proporción de las muertes acontecieron de inmediato, durante la tormenta. Varias presas fallaron y provocaron inundaciones graves. Muchas personas murieron ahogadas en sus casas.
Si se juzgara solo por la cifra oficial de 64 muertos que se dio a conocer durante los primeros días o semanas después de María, Puerto Rico parecía haber escapado de la catástrofe.
En realidad, la declaración de Trump de que Puerto Rico había escapado de la catástrofe y de que el gobierno federal ya había cumplido su misión resultó ser más aniquiladora que el propio huracán.
Si bien el número de muertos inicial fue bajo, prácticamente todos los demás indicadores sugirieron que el desequilibrio de Puerto Rico ocasionado por el desastre duraría años y que muchas vidas seguían en peligro. Los servicios de salvamento no funcionaron, el sistema eléctrico falló en toda la isla y la gente quedó varada en distintos lugares de la isla sin acceso a agua potable ni a ningún tipo de ayuda.
Los desastres pueden ser especialmente devastadores para quienes tienen acceso deficiente a los servicios del gobierno, ingresos muy bajos, o viven lejos de las zonas pobladas. Muchos puertorriqueños reunían las tres condiciones, y la gran mayoría reunía al menos una o dos de ellas.
Aunque el número de muertos no hubiera aumentado en el momento en que el Presidente hizo sus comentarios innobles, ya había quedado claro, después del huracán, que el número de víctimas crecería mucho en los días y semanas siguientes.
Las consecuencias de María a largo plazo
Aun así, contabilizar muertes por sí solo es inadecuado para comprender la profundidad del desastre que aún azota a Puerto Rico. La medición de los desastres por el número de muertes no refleja las dificultades que experimentan los supervivientes.
En Puerto Rico, aunque estas personas no perdieron la vida, la realidad de muchos de ellos cambió de manera devastadora y casi permanente.
Una parte de estos cambios es tangible y relativamente fácil de medir, por ejemplo el aumento en los niveles de discapacidad, ya sea directamente debido a una lesión causada por una tormenta o porque sufrieron otras condiciones al no tener atención adecuada cuando los hospitales estaban cerrados, mayor incidencia de malnutrición, falta de vivienda y baja participación escolar.
Otras consecuencias de María son menos tangibles. Por ejemplo, los impactos del desastre para la salud mental pueden permanecer en los sobrevivientes de por vida. Pero todas estas consecuencias empeoran la situación de las personas y sus comunidades, lo que retrasa la recuperación.
Las unidades de respuesta ante emergencias saben que estos daños ocurren en prácticamente todas las catástrofes, y son consecuencias que no se captan o presagian midiendo las pérdidas humanas. Aun si la cifra de víctimas hubiera sido de tan solo 64, hubiera sido necesaria una respuesta eficaz para evitar que los supervivientes no sufrieran daños irreparables.
La respuesta inadecuada provocó más muertes en Puerto Rico. También empeoró, en la práctica, las condiciones de todos los puertorriqueños que superaron la tormenta.
La lenta e inadecuada respuesta a la situación sí fue un golpe enorme para la isla.
Morten Wendelbo no trabaja para ninguna compañía u organización que se beneficie de este artículo; tampoco consulta ni posee acciones ni recibe fondos por ese concepto; y no ha divulgado afiliaciones relevantes más allá de su posición académica.
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